
Arica, Puerta Nueva
Autor: Luis Urzúa Urzúa |
Don Luis Urzúa, amigo antiguo del norte y residente en otros tiempos en Antofagasta, señala con el título de su última obra, "Arica, Puerta Nueva", una cualidad aborigen que no heredamos los chilenos: la gracia y la imaginación para la toponimia. Es la primera sugestión de esta obra útil y oportuna. Ella misma es, efectivamente, una puerta nueva abierta en la cortina de nylon, para pasar a la verdadera Arica, la que siempre ha sido, la que creó el buen Dios como meta de conquistas, asunto de asombro, medida de esfuerzos y motivo de gloria para el hombre: la Arica que ignoran los turistas y desdeñan los funcionarios presurosos, los traficantes y los contrabandistas. Muestra un mundo ciclópeo, increíble. Todo parece elevado a una potencia desconocida para el común de los chilenos, un mundo a nivel y proporción del Tacora, del Guallatire, del Marqués, "pilares del firmamento" en el corazón profundo y hosco de la cordillera de los Andes. Sobre la geografía grandiosa y perdurable discurren la historia, la superstición, la leyenda; hombres y animales; Dios, cuyo sentimiento es inseparable del hombre en medio de las formas poderosas de la naturaleza; la llareta; la voz del hombre, sus palabras, su aventura. Si no tuviera otros grandes méritos, habría que decir -caso raro en la literatura chilena- que este libro tiene el de la amenidad. Es por momentos un relato de viajes, en otros, un diario personal. A veces polémico y combativo; otras, lírico e inspirado. Tiene sabrosas digresiones, agudas observaciones filológicas, históricas, políticas y psicológicas. Los que creen que Arica puede vivir solamente con el "dopping" de las liberalidades aduaneras, harían bien en leer muchísimas veces y en meditar esta obra valiosa hecha con amor y sinceridad. O. Guzmán (El Mercurio de Antofagasta, 1957). |